Bipolaridad tecnológica y geopolítica: EE. UU. y China reconfiguran el orden mundial
El mundo vive una lucha intensa entre las dos potencias que dominan el terreno militar, económico y tecnológico. Bajo la hanche “América Primero”, el gobierno de Trump ha desplegado aranceles agresivos, ha exigido más gasto en defensa a sus aliados y ha reforzado el respaldo a gigantes como Nvidia y Microsoft. China, por su parte, fortalece su modelo industrial con subsidios masivos, controla materias primas estratégicas —como tierras raras— y supera expectativas de crecimiento económico. Ambas potencias ya operan en clave de “realpolitik”, priorizando la fuerza sobre los mecanismos multilaterales que habían regido la gobernanza global.
Este choque sistémico ha dejado a Europa, India, Rusia y América Latina fuera del círculo influyente del nuevo orden. Aunque la UE y la India podrían aspirar a convertirse en polos de poder, hoy proyectan capacidad limitada y fragmentada. Rusia conserva músculo militar, pero tiende hacia una creciente dependencia económica de Pekín. América Latina sigue sin integración regional fuerte y por tanto, sin peso significativo en este escenario polarizado.
Mientras Estados Unidos afirma su supremacía, también revela fisuras estratégicas. La falta de cohesión internacional, su marcha aislacionista y posturas unilaterales han sido interpretadas por analistas europeos como un factor que está “haciendo grande a China”. Expertos como Clemens Fuest y Manfred Weber advierten que Europa podría reorientarse hacia Pekín, provocando un debilitamiento adicional de la influencia estadounidense.
De cara al futuro, se perfila un orden mundial más fragmentado, con bloques geoeconómicos en disputa y estándares tecnológicos divergentes. Si bien algunos mencionan la posibilidad de un G‑4 (EE. UU., China, Europa e India), ese escenario está lejos de consolidarse debido a tensiones internas, políticas contradictorias y una falta de marco para resolver problemas globales (como IA o cambio climático). En lugar de reglas compartidas, el sistema se reorienta hacia alianzas bilaterales asimétricas y cadenas de valor segmentadas que atienden más a la geopolítica que a la eficiencia global.